REFLEXIONES
ANTE LA REVOLUCION
TECNOLÓGICA.
La pregunta que
tendríamos que hacernos todos, y no solo los ciudadanos de a pie, sino los
sindicatos de clase CC.OO. y UGT y los partidos políticos que se plantean
transformar el actual modelo de sociedad, en otro modelo más justo, y más
protector de sus ciudadanos, es sí: ¿Debemos
tener miedo o alegría ante la posibilidad de que la tecnología permitan a la
Humanidad liberarse de la alienación del trabajo?
No hace mucho, en
el 2013 se hizo un estudio en la Universidad de Oxford, en el que pronosticaba
que dentro de dos décadas, el 47% de los puestos de trabajo de EE.UU. serán
sustituidos por procesos automáticos. Y esa aplicación a los sistemas
productivos gracias a la innovación tecnológica, lograran que las empresas
reduzcan ente un 25% y un 40% sus costes laborales, con la consiguiente
ganancia en competitividad, así que, será rara las compañías de cualquier parte
del mundo que no se aferren a la “autonomofobia”.
Si estas
previsiones se cumplen, y no hay motivos para pensar en que no se cumplan, la
reconversión industrial que se va a producir, no será por automatizar los
procesos de bajo valor añadido, ó para evitar tareas peligrosas que exigen un
desgaste físico.
La “Revolución Tecnológica” va a desarrollarse
para lograr máquinas, que hagan los diagnósticos y tomen decisiones. Y el
resultado, no será que todos los empleados actuales van a pasar a ocupar esos
puestos de esas características e intelectualmente sofisticados. Solo habrá
unos cuantos puestos disponibles, para ocupar esos puestos, con esa competencia
y esas características. Y la lucha por ocuparlos será feroz. Y la mayor parte
de empleados no serán necesarios.
El discurso del
final del trabajo, no es nuevo, viene de lejos. Abraham Lincoln, en su primer
discurso en el Senado de EE.UU. en 1861, señaló que: “El trabajo es previo al
capital. El capital es tan solo el fruto del trabajo, y nunca hubiera existido
si no hubiera existido el trabajo. El trabajo, es superior al capital y merece un reconocimiento mucho mayor”.Más tarde, a lo largo del siglo XX, no faltaron políticos y economistas que teorizaron sobre como los progresos tecnológicos, nos llevarían hacia un Estado de Bienestar, desde el socialismo científico de Oscar Lange al reformismo de J.M. Keynes, que cubriendo todas nuestras necesidades, al mismo tiempo nos permitiera dejar de trabajar.
Y esta superación,
generaría una gran transformación: Una sociedad más justa, sin pobrezas, ni
guerras.
Uno de los más
lúcidos pensadores - al menos para mí – Ernest Mandel, en elucubrar ese sueño,
afirmó que para él, la tercera revolución tecnológica representada por la
inteligencia artificial, permitiría un salto cuántico para erradicar el trabajo
alienado.
Pero Mandel era
consciente que era necesario producir y aplicar la tecnología desde otro modelo
cultural, con objetivos productivos diferentes.
Hoy, en la segunda
década del siglo XXI, ya hemos empezado a experimentar las consecuencias de
convertir el desarrollo científico y tecnológico en una fuerza invencible
dentro de la economía de mercado.
Y entre las
consecuencias que vamos a constatar, son el crecimiento del desempleo, que
seguirá siendo un resorte principal dentro de esta nueva fase de la
racionalización técnica.
Pero no tenemos que
engañarnos, cada persona y cada
generación vivimos nuestros problemas como si fuera la primera vez que sucede.
Y hay que recordar,
desde una visión global cómo ha evolucionado las relaciones entre trabajo y
capital, a lo largo del siglo, y veremos cómo los hombres hemos ido saltando de
crisis en crisis, de revolución a
revolución, entre el miedo y la esperanza.
Desde hoy, y a
partir de hoy en adelante, el trabajo va a disminuir como consecuencia de la
revolución de la Nano-tecnología, pero
nunca desaparecerá. De lo que se trata es que hay que ir organizando un Estado
de Bienestar, que garantice las condiciones de vida dignas, para nosotros y
para nuestras familias.
Retomando las palabras de Lincoln; el capital no es
sino el fruto del trabajo y, por lo tanto, este nunca desaparecerá. El modelo
de trabajo deberá evolucionar y, una vez más adaptarse al progreso científico y
técnico.
Pero siempre
deberán existir esfuerzos por mejorar nuestro Estado Social, la situación de
aquellos que nos rodean ó la calidad de nuestro entorno, sin que las máquinas
decidan por nosotros. Y una vez más, el nacimiento de un modelo económico
alternativo deberá permitir crear más riqueza y más eficiente.
¿Por qué tendríamos
que asumir, que es imprescindible sacrificar millones de puestos de trabajo,
durante el proceso de tecnologización?
Si somos
conscientes de cómo la historia se repite cíclicamente, estaremos mejor
preparados para hacer frente a los problemas, a los que nos enfrentamos, y a
los que vendrán.
Y no de esos
grandes problemas, es que aquellos que se vean desplazados de su puesto de
trabajo, tengan garantizado las ayudas y protección del Estado, para vivir
dignamente.
En los primeros
años de la Revolución Industrial, el cartismo en Inglaterra, la clase obrera,
tuvo por objetivo la destrucción del maquinismo. Los obreros comenzaron por
destruir máquinas al considerar que eran las causantes del desempleo, pero muy
pronto la conflictividad social se encamino hacia la lucha por el
reconocimiento del derecho de asociación, es decir del derecho a poder crear
organizaciones estables ó sindicatos, para defender sus derechos.
Así pues, no parece
extraño que los obreros expresaran su descontento destruyendo máquinas. Estas
destrucciones del “ludismo”, fueron
duramente reprimidas por el gobierno con penas de muerte para los autores.
Acciones parecidas se dieron en otros países europeos, incluyendo España.
La lucha se orientó
posteriormente hacia la mejora de las condiciones: Reducción de la jornada de
trabajo, y aumento de los salarios. Además, los trabajadores comprendieron que
se podían alcanzar sus reivindicaciones si conseguían el reconocimiento de sus
derechos políticos, votar y ser votado, y de ese modo, poder influir en la
legislación y el gobierno.
Ahora, no va a
aparecer ningún tipo de “sindicalismo
cartista” del Siglo XXI. Pero habrá que dotar a los que van a formar parte
de ese gran ejercito de parados, de los medios para poder vivir. Porque de lo
contrario la oleada de conflicto sociales puede alcanzar dimensiones Dantescas.
Esa es a mi juicio
la principal reivindicación a la que el Gobierno de turno, el Estado deben ir promulgando
leyes que garanticen el derecho a vivir dignamente, a todos aquellos
desplazados de su puesto de trabajo por el nuevo modelo de producción
tecnológica.
He ahí, creo yo,
que había que poner el acento desde los sindicatos CC.OO. y UGT, así como desde
los partidos políticos de uno y otro signo.
Pero no tenemos suerte en este país, pues a pesar de
que las elecciones del 26-J situaron a los representantes de 17 partidos en el hemiciclo parlamentario, lo que
hemos podido constatar han sido las disputas por ocupar un lugar en las
bancadas.
Y tampoco podemos presumir de suerte, cuando ya sabemos
“Que barones y modistas” van a hacer todo lo posible para que Mariano Rajoy siga
ocupando el banco azul del Gobierno cuatro años más de legislatura. Cuando debía
estar quizá mas cómodo en el banquillo de los acusados de cualquier corruptela,
con sus colegas de partido.
Bueno así vamos, y veremos
cómo acabamos. Porque de la Revolución Tecnológico creo que Rajoy no está muy ducho.
Lo suyo ha sido los déficits, los recortes, el mal Gobierno y el ir gastándose la
“Hucha de nuestras Pensiones” en gastos
bastardos. Por ejemplo comprar la propia Deuda del Estado, porque nadie se ha fíado
de este energúmeno. Para comprarle sus bonos.
24
octubre 2016.
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