El pacto social alcanzado
en Europa, tras la II Guerra Mundial, que permitió la creación de los Estados
de Bienestar, en casi la totalidad de los países de la Europa capitalista, se
ha agotado, ha tocado su fin.
Con la caída en 1989 del
Muro de Berlín y tras ello el derrumbe y la desaparición de los regímenes
comunistas nacidos a raíz también de la finalización de la II Guerra Mundial,
incluido el sistema nacido en el 1917 con la revolución de Octubre en la Rusia
zarista, se inició un periodo de debilitamiento espectacularmente, hasta su
desaparición total, del contrapeso ideológico que había sido posible frente al
capitalismo, y así progresivamente comenzó a percibirse como única forma
“posible” otra forma de ver el mundo.
A partir de esa nueva
situación, el Socialismo debió redefinirse, porque ante el evidente fracaso de las experiencias
comunistas, que entre otras mostraron el triunfo de la economía de mercado
sobre la economía centralizada, y las remotas posibilidades de que se volvieran
a producirse en Europa nuevas revoluciones. Las Reformas por vía democrática
aparecían como la única vía posible para proceder a la transformación del sistema
capitalista en un mundo más justo e igualitario, cuya sociedad llamada
“Socialista” fuese la meta a alcanzar de ese proceso reformador y transformador
que por vías democráticas se debe alcanzar.
La falta de esa capacidad
de redefinir ese proyecto, por las fuerzas socialistas y socialdemócratas en
las nuevas circunstancias que se abrían ante la nueva situación sobre todo a
partir de 1989. Contrasta con el pensamiento económico neo-liberal, sostenido
por grandes corporaciones y poderosos grupos de presión que ha cristalizado,
con el impulso de la globalización no regulada, a un capitalismo financiero que lamentablemente ha
sido y sigue siendo determinante en la construcción de la UE., y en su
evolución posterior.
El estado de la crisis
financiera estallada en el 2008, y sus secuelas, han puesto de manifiesto la
efectiva y potente dictadura de los mercados. El poder económico, no sujeto a
control democrático, muestra su preeminencia sobre el poder político.
La UE., aplica rigurosas
políticas de “Austeridad”, basadas en argumentos falaces, que están condenando
a Europa a un importante empobrecimiento, fomentando una creciente desigualdad
en la distribución de la renta y la riqueza.
En estas circunstancias,
el Estado de Bienestar, la más genuina expresión del Pacto Social Europeo tras
la II Guerra Mundial, comienza a sufrir un evidente y considerable retroceso y
queda, en la teoría y la práctica seriamente cuestionado. Las grandes
corporaciones, aumentan sus beneficios mientras que los ciudadanos perdemos
derechos.
Debido a todo ello, los
países de la Europa del Sur estamos sufriendo una rápida destrucción del Estado
de Bienestar, la consolidación de un alto desempleo crónico y una insoportable
desesperanza para más de una generación.
De hecho, el neo-colonialismo
financiero resultante auspiciado por el FMI, amenaza el proyecto de la UE. y la
paz social europea.
En este contexto, los
partidos socialdemócratas europeos, constructores que fueron de los Estados de
Bienestar, han sido incapaces de definir por donde pasa la política reformista
y transformadora de su proyecto para hacer frente a la ofensiva de los
“Mercados”, que no es otra cosa que el inmenso poder del capitalismo financiero
internacional, que hoy imponen sus políticas, las que defienden sus intereses, mediante
la utilización de los partidos conservadores y de derechas que ocupan las
instituciones de gobierno en las naciones y en la misma Unión Europea.
Las Deudas públicas, así
como las privadas constituyen un marco cada vez más insoportable por la inmensa
mayoría de los ciudadanos europeos que ven como se les recortan derechos,
mientras que el paro sigue azotando a la población, y el empobrecimiento es el
escenario ¡ya! y de futuro que nos ofrece como sociedad el Neo-liberalismo.
A falta de ese actualizado
proyecto socialdemócrata de confrontación a los intereses únicos del mercado y
de su ofensiva, se ha ido minando seriamente el prestigio, la credibilidad y el
apoyo social que gozaron en ese mundo de la posguerra. Hoy podemos constatar
una especie de crisis de la socialdemocracia como consecuencia de algunas
prácticas que sin ser propias del Neo-liberalismo al 100%, tampoco lo han sido
de los valores socialistas reformadores y transformadores que venían
practicando.
Y en el mundo del siglo XXI,
a mediados de la segunda década en la que estamos, la socialdemocracia y los
partidos que forman parte de esa filosofía reformista tienen que regenerar su
proyecto político, estableciendo una clara frontera entre los mercados y sus
políticas neo-liberales y el proyecto y las prácticas políticas de las
actuaciones socialistas con inequívoca e irrenunciable marca “Izquierda”.
En nuestro país,
especialmente afectado por la crisis y la gestión de la misma por el Gobierno
del Sr, Rajoy, el PSOE también se ha visto afectado por esa crisis de la
socialdemocracia, no tanto por los fracasos allende de nuestras fronteras sino
por desafortunadas medidas adoptadas durante el Gobierno de Zapatero, a pesar
de todo lo positivo que fue el periodo de legislatura que ocupó.
Y seria de torpes, no
reconocerlo o de responder con él “tú más” a las mentiras del Gobierno, del PP,
y de aquellos que con el fin de crearse espacio electoral, lo hacen con la gran
falsedad que les permite afirmar que “El PSOE es igual que el PP”. Buenos
aliados tiene el PP, con quien hacen campaña y defienden esa atrocidad
histórica.
El PSOE que hoy se
encuentra en el marco de esa crisis de la socialdemocracia, tiene que realizar
el esfuerzo autocrítico de sus errores para poder establecer con ello una
cultura política entre la ciudadanía, y se establezcan las diferencias entre el
recuerdo de algunas políticas erróneas y la firme decisión del conjunto del
partido de llevar a cabo esa regeneración del mismo junto a la elaboración de
un proyecto transformador de la sociedad y del sistema que nos han conducido a
esta situación socio-económica.
El PSOE, a pesar de la
complejidad de la situación, creada por la grave crisis económica da la
impresión de que está dispuesto a orientarse hacia esa superación de la
desafección hacia los partidos políticos, que hoy se manifiesta en la sociedad.
Ello requiere, en mi
opinión, esa regeneración ó refundación, ó como se quiera llamar para hacer del
PSOE, un gran partido de afiliados que día a día explique y defiendan las
políticas y los objetivos por hacer un mundo mejor del socialismo democrático,
en el trabajo, en las asociaciones específicas de vecinos, de padres de
alumnos, etc. en definitiva en la calle, apoyando las reivindicaciones ciudadanas,
estando junto a los problemas cotidianos y estando exigiendo resultados, al
frente de ellos.
El PSOE necesita también
ser un gran partido de Gobierno y para lograr el apoyo de la gran mayoría de la
sociedad, esta debe vertebrarse en torno a un “Programa Socialista de
Izquierdas”, con la aplicación de una “Hoja de Ruta” donde figuren las
reivindicaciones y objetivos a a conseguir.
Un programa realista, para
ser creíble y alcanzable, requiere hoy ponerse a trabajar para recuperar los
apoyos perdidos y que estoy seguro se van a lograr sin demagogias electorales y
sin olvidar que el enemigo con el que hay que confrontarse, y no se puede
renunciar hoy, es el poder del gran capital financiero internacional.,
La regeneración del PSOE, de su política y de
las formas de actuación, obviamente requiere a su vez la promoción de nueva
savia al frente de las organizaciones tanto desde los niveles locales,
comarcales, provinciales y nacionales.
No se trata que queriendo
aplicar a rajatabla ese dicho “Renovarse ó morir”, se ponga todo patas arriba,
pero sí de tener bien en cuenta que antes de languidecer, persistiendo en mantener las cosas como están
hay que facilitar la promoción de aquellos militantes con garra política y
honradez suficiente para hacer todo lo que hay que hacer.
Y hay que hacer muchas
cosas, para ser el gran partido que necesitamos en España y en Europa.
César Llorca Tello
Benetusser 1º de mayo 2014.
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