Los partidos políticos
tradicionales, atraviesan en Europa un momento complicado, por un lado ven
disminuir el apoyo electoral que gozaron antaño, y ven reducir esa influencia
social con la perdidas de votos en las elecciones que tuvieron tanto los
partidos de derecha como los de izquierda de inspiración socialdemócrata. Y por
el contrario crecen y proliferan los partidos ultras, xenófobos, racistas y
neo-nazis en varios países del viejo continente.
Un fantasma recorre Europa,
pero no es precisamente el fantasma del Comunismo que con esa frase iniciaba Marx
su gran obra el “Manifiesto Comunista” para dar a conocer al mundo los
objetivos, las tendencias y el programa de los comunistas.
La historia del siglo XX,
donde el crack de 1929 en la primera gran crisis de la historia del capitalismo
y la depresión de los años 30 que provocaron la quiebra, el hundimiento de
muchas empresas y el crecimiento del paro, que condujo a la aparición del fascismo
y el nazismo en Europa y que provocaron
la II Guerra Mundial, hoy parece repetirse con la crisis iniciada con la
quiebra de Lehman Brothers en EE.UU. en el 2008, el aumento espectacular del
desempleo y la aparición de partidos que por sus esencias programáticas nos
recuerdan al fascismo y nazismo que la Historia condenó por sus aberraciones y
crímenes horrendos.
En España, el PSOE y otros
partidos y formaciones, no son ajenos a ese fenómeno social generalizado en
Europa. Las rigideces que han ido acumulando a lo largo de los años, les ha
mermado su capacidad de adaptación a los nuevos tiempos.
Los que hemos militado en
el PCE, compartíamos lo que se llamó “la concepción leninista” del partido, un
modelo de partido propio para la actuación del partido en condiciones de
clandestinidad, y eso fue lo que hizo posible que el PCE de Santiago Carrillo y
Dolores Ibarruri, pudiese mantenerse y reproducirse frente a la represión
franquista y para orientar al final un amplio movimiento de masas que hizo posible
la consecución de la democracia.
Con la democracia, el PCE
en su IX Congreso renunció al Marxismo Leninismo y con ello al modelo de
organización del partido.
Los partidos comunistas
que mantuvieron ese tipo de partido en países democráticos desarrollados donde
el partido era legal, se convirtió en
una especie de gueto político, y aunque tuviera momentáneamente resultados, al
fin y a la postre no consiguió superar la contradicción entre el tipo de
partido y el funcionamiento del sistema democrático.
Por su parte, los partidos
socialdemócratas revistieron formas de organización mucho más laxas, con menos
exigencias orgánicas y disciplinarias y
generalmente con libertad de tendencias y fracciones. Se formaron
históricamente en torno a grupos dirigentes que compartían también en muchos
casos las direcciones del sindicato.
En su origen fueron partidos que, con alguna excepción, se
inspiraban en el marxismo. El prototipo de estos partidos durante mucho tiempo
fue la socialdemocracia alemana.
Desde la primera Guerra
Mundial algunos de estos comenzaron a participar en gobiernos burgueses, con la
política de “Unión Sagrada”. A lo largo de una historia de participación en
gobiernos, fueron dejando por el camino los primitivos ideales, convirtiéndose
al posibilismo. Se transformaron en grandes aparatos electorales, coexistiendo
en ellos auténticos defensores de ideas socialistas con políticos pragmáticos cuya
ideología era el poder.
Hoy en día sería difícil
encontrar partidos políticos cuyo funcionamiento interior sea impecablemente
democrático. En una mayor o menor medida, los aparatos de los partidos
controlan la vida y el funcionamiento de estos y en los del centro derecha el
funcionamiento interno suele reducirse al movimiento dentro de los aparatos, no
habiendo fuera de estos más que simples seguidores políticamente pasivos.
Lo que permite
considerarlos partidos democráticos es sobre todo el hecho de que unos y otros
reconocen el sufragio universal como
fuente del poder y aceptan unas reglas comunes de juego inscritas en las
Constituciones del Estado.
Con estas condiciones, la
crítica de los sistemas democráticos tienen muchos flancos en donde ejercerse,
máxime cuando se viven profundas crisis que originan el malestar ciudadano por
el empeoramiento de las condiciones de vida. La democracia todavía
necesita mejoras, desarrollos, avances,
profundizaciones, también en materia económica, de propiedad de igualdad real,
que constituyen todo un plan de futuro para la acción de la izquierda y las
fuerzas de progreso.
Pero si cierta crítica del
funcionamiento de los partidos actuales y de las instituciones suele estar
justificada, hay que afirmar con
rotundidad que no puede haber democracia política sin la existencia de
partidos, de agrupaciones que reflejen los intereses y los ideales de los
diversos sectores de la ciudadanía, y sin la confrontación política libre entre
ellos.
Hay que lograr que los
partidos funcionen con más democracia interna, con más transparencia pública,
para tener la seguridad de que responden a las aspiraciones de sus afiliados y
que sean impermeables a la corrupción, deberá exigirse también la
desburocratización de las instituciones democráticas.
Pero
la condena global del sistema de partidos conduce a la dictadura de un grupo
social o de un salvador, a la arbitrariedad abierta y a la tiranía.
Ahora en plena crisis
económica y tras las pérdidas de millones de votos en los últimos comicios
europeos que se han sumado al rosario de votos perdido a lo largo de la
Democracia por el PSOE, sitúan la solución de este deterioro en el primer plano
de urgente necesidad.
Durante los años de
democracia, el formato convencional del partido, ha perdido presencia en el
tejido social, ha debilitado lazos con los electores y se ha ido limitando a
actuar a través de los medios de comunicación y de las instituciones, desde los
escaños que se ocupan en el Congreso de Diputados, mirando casi siempre al
horizonte electoral y a los intereses de personas que siguen pegadas a su
escaño desde el inicio de la Democracia. Mientras que, el mundo en que pisan ha
cambiado y parece que no se han dado cuenta de ello.
Sin lugar a dudas, los
partidos, pero de forma especial el PSOE que ha sido un partido de izquierdas y
de Gobierno, ha perdido funcionalidad y calidad en su acción política y su
representatividad, que necesita recuperar actualizando su programa, la
democratización del funcionamiento interno del partido y las relaciones con la
ciudadanía y sus problemas.
Si en general los partidos
políticos hoy son considerados por la inmensa mayoría como una parte del
problema, en lugar de verlos como parte de la solución, de ahí se deriva la
desafección de los ciudadanos acerca de estos y que ha evidenciado la gran
abstención constatada en las elecciones europeas últimas.
La convocatoria de un
Congreso extraordinario del PSOE y la elección del Secretario/a General del
partido y del equipo dirigente deben ser en mi opinión, el inicio de esas
profundas transformaciones que se deben llevar a cabo para recuperar los apoyos
sociales suficientes para poder Gobernar el país.
Igualmente las reflexiones
en el seno de IU, deberían recuperar la imagen de una fuerza de izquierda cuya
controversia política con otros partidos de izquierda como el PSOE y otras
fuerzas de reciente aparición, este exenta de descalificaciones inadmisibles,
impropias de una fuerza de izquierda. La revolución interna que ha anunciado el
Sr. Cayo Lara debería pasar por la supresión de insultos, por asumir que la defensa de sus
reivindicaciones, como la convocatoria de un Referéndum para decidir la forma política del Estado solo puede tener
como cauce para su consecución el respeto a la ley en el marco de nuestra
Constitución.
Con relación a PODEMOS,
que han irrumpido en la arena política, cabe insistir que el problema que va a
decidir su futuro político, depende de la capacidad de administrar el capital
político que le han concedido 1,239,133 votos. Pero las ansias de su líder
cuando afirma que han nacido para gobernar y la obsesión como objetivo de
barrer el régimen de la transición, y a la “Casta” fundamentalmente al PSOE,
por el lenguaje que emplea, hacen pensar que lo que ha venido diciendo y lo que
al final haga, puede ser decisivo para que a no tardar las frustraciones de sus
seguidores, porque se puede mejorar la democracia y el funcionamiento de los
partidos, pero descubrimientos no parece que estén por descubrir en materia de
la Democracia, devuelvan PODEMOS a la triste realidad. Y veamos a Pablo
Iglesias como un Beppe Grillo a la española.
César
Llorca Tello.
Benetusser 9 julio 2014
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