miércoles, 28 de enero de 2015

LOS PARTIDOS Y LA DEMOCRACIA.



Los partidos políticos tradicionales, atraviesan en Europa un momento complicado, por un lado ven disminuir el apoyo electoral que gozaron antaño, y ven reducir esa influencia social con la perdidas de votos en las elecciones que tuvieron tanto los partidos de derecha como los de izquierda de inspiración socialdemócrata. Y por el contrario crecen y proliferan los partidos ultras, xenófobos, racistas y neo-nazis en varios países del viejo continente.

Un fantasma recorre Europa, pero no es precisamente el fantasma del Comunismo que con esa frase iniciaba Marx su gran obra el “Manifiesto Comunista” para dar a conocer al mundo los objetivos, las tendencias y el programa de los comunistas.

La historia del siglo XX, donde el crack de 1929 en la primera gran crisis de la historia del capitalismo y la depresión de los años 30 que provocaron la quiebra, el hundimiento de muchas empresas y el crecimiento del paro, que condujo a la aparición del fascismo y el nazismo en Europa y que provocaron  la II Guerra Mundial, hoy parece repetirse con la crisis iniciada con la quiebra de Lehman Brothers en EE.UU. en el 2008, el aumento espectacular del desempleo y la aparición de partidos que por sus esencias programáticas nos recuerdan al fascismo y nazismo que la Historia condenó por sus aberraciones y crímenes horrendos.

En España, el PSOE y otros partidos y formaciones, no son ajenos a ese fenómeno social generalizado en Europa. Las rigideces que han ido acumulando a lo largo de los años, les ha mermado su capacidad de adaptación a los nuevos tiempos.

Los que hemos militado en el PCE, compartíamos lo que se llamó “la concepción leninista” del partido, un modelo de partido propio para la actuación del partido en condiciones de clandestinidad, y eso fue lo que hizo posible que el PCE de Santiago Carrillo y Dolores Ibarruri, pudiese mantenerse y reproducirse frente a la represión franquista y para orientar al final un amplio movimiento de masas que hizo posible la consecución de la democracia.

Con la democracia, el PCE en su IX Congreso renunció al Marxismo Leninismo y con ello al modelo de organización del partido.

Los partidos comunistas que mantuvieron ese tipo de partido en países democráticos desarrollados donde el partido era legal,  se convirtió en una especie de gueto político, y aunque tuviera momentáneamente resultados, al fin y a la postre no consiguió superar la contradicción entre el tipo de partido y el funcionamiento del sistema democrático.

Por su parte, los partidos socialdemócratas revistieron formas de organización mucho más laxas, con menos exigencias orgánicas y disciplinarias  y generalmente con libertad de tendencias y fracciones. Se formaron históricamente en torno a grupos dirigentes que compartían también en muchos casos las direcciones del sindicato.

En su origen  fueron partidos que, con alguna excepción, se inspiraban en el marxismo. El prototipo de estos partidos durante mucho tiempo fue la socialdemocracia alemana.

Desde la primera Guerra Mundial algunos de estos comenzaron a participar en gobiernos burgueses, con la política de “Unión Sagrada”. A lo largo de una historia de participación en gobiernos, fueron dejando por el camino los primitivos ideales, convirtiéndose al posibilismo. Se transformaron en grandes aparatos electorales, coexistiendo en ellos auténticos defensores de ideas socialistas con políticos pragmáticos cuya ideología era el poder.

Hoy en día sería difícil encontrar partidos políticos cuyo funcionamiento interior sea impecablemente democrático. En una mayor o menor medida, los aparatos de los partidos controlan la vida y el funcionamiento de estos y en los del centro derecha el funcionamiento interno suele reducirse al movimiento dentro de los aparatos, no habiendo fuera de estos más que simples seguidores políticamente pasivos.

Lo que permite considerarlos partidos democráticos es sobre todo el hecho de que unos y otros reconocen el sufragio universal  como fuente del poder y aceptan unas reglas comunes de juego inscritas en las Constituciones del Estado.

Con estas condiciones, la crítica de los sistemas democráticos tienen muchos flancos en donde ejercerse, máxime cuando se viven profundas crisis que originan el malestar ciudadano por el empeoramiento de las condiciones de vida. La democracia todavía necesita  mejoras, desarrollos, avances, profundizaciones, también en materia económica, de propiedad de igualdad real, que constituyen todo un plan de futuro para la acción de la izquierda y las fuerzas de progreso.

Pero si cierta crítica del funcionamiento de los partidos actuales y de las instituciones suele estar justificada, hay que afirmar con rotundidad que no puede haber democracia política sin la existencia de partidos, de agrupaciones que reflejen los intereses y los ideales de los diversos sectores de la ciudadanía, y sin la confrontación política libre entre ellos.

Hay que lograr que los partidos funcionen con más democracia interna, con más transparencia pública, para tener la seguridad de que responden a las aspiraciones de sus afiliados y que sean impermeables a la corrupción, deberá exigirse también la desburocratización de las instituciones democráticas.

Pero la condena global del sistema de partidos conduce a la dictadura de un grupo social o de un salvador, a la arbitrariedad abierta y a la tiranía.

Ahora en plena crisis económica y tras las pérdidas de millones de votos en los últimos comicios europeos que se han sumado al rosario de votos perdido a lo largo de la Democracia por el PSOE, sitúan la solución de este deterioro en el primer plano de urgente necesidad.

Durante los años de democracia, el formato convencional del partido, ha perdido presencia en el tejido social, ha debilitado lazos con los electores y se ha ido limitando a actuar a través de los medios de comunicación y de las instituciones, desde los escaños que se ocupan en el Congreso de Diputados, mirando casi siempre al horizonte electoral y a los intereses de personas que siguen pegadas a su escaño desde el inicio de la Democracia. Mientras que, el mundo en que pisan ha cambiado y parece que no se han dado cuenta de ello.

Sin lugar a dudas, los partidos, pero de forma especial el PSOE que ha sido un partido de izquierdas y de Gobierno, ha perdido funcionalidad y calidad en su acción política y su representatividad, que necesita recuperar actualizando su programa, la democratización del funcionamiento interno del partido y las relaciones con la ciudadanía y sus problemas.

Si en general los partidos políticos hoy son considerados por la inmensa mayoría como una parte del problema, en lugar de verlos como parte de la solución, de ahí se deriva la desafección de los ciudadanos acerca de estos y que ha evidenciado la gran abstención constatada en las elecciones europeas últimas.

La convocatoria de un Congreso extraordinario del PSOE y la elección del Secretario/a General del partido y del equipo dirigente deben ser en mi opinión, el inicio de esas profundas transformaciones que se deben llevar a cabo para recuperar los apoyos sociales suficientes para poder Gobernar el país.

Igualmente las reflexiones en el seno de IU, deberían recuperar la imagen de una fuerza de izquierda cuya controversia política con otros partidos de izquierda como el PSOE y otras fuerzas de reciente aparición, este exenta de descalificaciones inadmisibles, impropias de una fuerza de izquierda. La revolución interna que ha anunciado el Sr. Cayo Lara debería pasar por la supresión de insultos,  por asumir que la defensa de sus reivindicaciones, como la convocatoria de un Referéndum para decidir la  forma política del Estado solo puede tener como cauce para su consecución el respeto a la ley en el marco de nuestra Constitución.

Con relación a PODEMOS, que han irrumpido en la arena política, cabe insistir que el problema que va a decidir su futuro político, depende de la capacidad de administrar el capital político que le han concedido 1,239,133 votos. Pero las ansias de su líder cuando afirma que han nacido para gobernar y la obsesión como objetivo de barrer el régimen de la transición, y a la “Casta” fundamentalmente al PSOE, por el lenguaje que emplea, hacen pensar que lo que ha venido diciendo y lo que al final haga, puede ser decisivo para que a no tardar las frustraciones de sus seguidores, porque se puede mejorar la democracia y el funcionamiento de los partidos, pero descubrimientos no parece que estén por descubrir en materia de la Democracia, devuelvan PODEMOS a la triste realidad. Y veamos a Pablo Iglesias como un Beppe Grillo a la española.                     

César Llorca Tello.

                        Benetusser 9 julio 2014


                               







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